Prensa, democracia y libertad: el legado de Fontán

El Fondo de Cultura Económica ha acertado al publicar, en su colección de Comunicación, un título póstumo firmado por el maestro Antonio Fontán, Prensa, democracia y libertad. Un libro que Fontán no concibió, pero que ha podido componerse gracias a la edición de Eduardo Fernández, siempre preocupado por mantener vivo el legado de Don Antonio –sólo unos pocos elegidos le quitaban el don-. Fernández, que estuvo al lado de Fontán hasta el último momento, ha recopilado y editado un buen número de artículos y ensayos breves, hilados entre sí por centrarse en el periodismo y en el periodista, hasta completar más de 300 páginas plenas.

Momento de la voladura del Diario Madrid

Por muy sorprendente que me parezca, lo cierto es que para muchos –la mayoría- el nombre de Antonio Fontán no dice nada, ni siquiera para muchos periodistas. Filólogo eminente, amante de Cicerón (una semblanza humana y literaria del orator romano, con edición también de Fernández y de Ignacio Peyró, salió publicada hace relativamente poco en la recuperada colección Civitas del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales) y hombre comprometido con su tiempo; fue cumbre del periodismo y para la Historia (¡ay, a nadie le importa ya la historia!) quedará su firma estampada en la Constitución de 1978 como primer presidente del Senado. Fue miembro del Consejo Privado de Don Juan de Borbón y consejero, igualmente, de su hijo, el rey Juan Carlos, que le otorgó el marquesado de Guadalcanal. Pero, por lo que atañe a estas líneas, fue un enorme periodista: dirigió el diario Madrid (esa foto, tan repetida, de la voladura del edificio), en el que, junto con Rafael Calvo Serer (otro gran olvidado), hizo uno de los mejores periódicos de su tiempo y, seguramente, del siglo XX español. Fundó el Instituto que fue embrión de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Navarra y fue reconocido como héroe de la Libertad de Prensa. Y luego, olvidado. Apenas queda recuerdo de él en las Facultades de Periodismo, ni siquiera en la profesión, a las que tanta falta hace el ejemplo y herencia humana e intelectual de Fontán.

El libro está organizado en tres grandes bloques temáticos: La prensa y la misión del periodista, El Diario Madrid y mi experiencia como director y La Transición: de la ley de prensa a la libertad y todos ellos vienen más que a cuento. La prensa y los periodistas andamos un tanto desnortados, la conquista de las Nuevas Tecnologías no sólo ha transformado los procesos de producción, también los de reflexión y ponderación, de tal suerte que conceptos clave a finales del siglo pasado, como opinión pública, parecen hoy olvidados. Escribió Fontán:

La opinión es cosa aristotélica (…) ‘Opinión’ es distinto de ‘certeza’ y de ‘duda’: algo que se afirma, con razones graves y fundadas, sin excluir, no obstante, radical y por principios, que la verdad puede ser otra.

Y también:

La opinión ha ido saltando del orden estrictamente individual (…) La opinión de cada cual ha dado paso así a la opinión pública.

Estas dos nociones, muy básicas en su planteamiento, parecen proscritas entre trincheras de opinión, tan hondas y tan a conciencia levantadas, que los propios términos se envilecen y opinión deja de ser lo que es, para ser certeza, nunca duda y, según qué o quién, daga y venablo.

De reflexiones así está el libro lleno, con el valor añadido de nacer, tanto de la disquisición intelectual como de la propia experiencia. Pero encontramos también otros textos, más breves, más volanderos, que deslumbran por su actualidad. Baste leer el artículo Sociología de la prensa española, que Fontán publicó en 1963 en la revista Nuestro Tiempo. O el titulado Prensa, radio y televisión en la sociedad de hoy, del que es especialmente el final, los párrafos en los que Fontán se centra en la libertad de prensa y su regulación. Ahora, que en España Podemos ha mostrado inercias totalitarias hacia los medios de comunicación, es más necesario que nunca recurrir al magisterio de Fontán: “La ordenación [de los medios] habría de consistir en arbitrar los medios realmente indispensables para asegurar el recto encauzamiento de las diversas técnicas dentro del respeto a los principios definidos en la recta concepción político-social de su función profesional”

Para los que pudimos conocerle y compartir con él algunos momentos, aún cuando, como en mi caso, no sabía exactamente quién era Fontán, son especialmente queridos los textos que conforman el segundo bloque, que se refiere al Diario Madrid y a las vivencias de Don Antonio como director. Son párrafos que constituyen parte casi viva de la historia de la prensa española y que, además, dejan entrever pequeñas delicias biográficas de esa autobiografía que, pese a la insistencia de sus discípulos más cercanos, nunca escribió. Especialmente emotivas resultan las páginas del texto Tres años de la Ley de Prensa: mi experiencia de director del diario Madrid y, el Adiós… con el que Fontán se despedía de sus lectores, tras haber decretado el Ministerio de Información y Turismo la no inscripción del diario en el Registro de Empresas Periodísticas.

Pero es el tercer bloque, el dedicado a la Transición el que sea más necesario hoy para los prescriptores de opinión, si es que quedan. El texto que abre el último aparto es un extracto del Informe que Fontán presentó en la Asamblea General del Instituto Internacional de Prensa, titulado La prensa ante la Transición. Está escrito por un protagonista de aquella odisea, por una mente tan lúcida como para no perderse en la exuberancia de la celebración ni en la tristeza de la crítica general. Sus párrafos deberían ser lectura obligada para todos aquellos que esparcen su bilis ideológica sobre aquel capítulo de nuestra historia.

Además, junto con los recuerdos de aquellos años, este último epígrafe incluye artículos de revista y ensayos más o menos largos, en los que Fontán,  con su sabiduría, aborda temas tan sugerentes para los periodistas como Los géneros de la prensa diaria o Comunicación. Tecnologías. Valores, un trinomio que parece hoy difícil de conjugar y que hace más de diez años, Fontán logró reunir en un ramillete de párrafos.

Apropiado, por el clima en el que renquea la profesión. Útil, para intentar vigorizar la profesión. Necesario; ¿qué sino el legado de Fontán es más necesario para el periodismo?

Para más información sobre Antonio Fontán: Fundación Marqués de Guadalcanal

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