JRJ y el amor a la imprenta

La belleza de un libro de poemas no reside sólo en éstos. Un libro de poemas no es un conjunto de páginas pespunteada de versos. La belleza, que es una totalidad, requiere pues de un libro de poemas total, en el que diseño, tipografía y papel sean una suerte de sacerdotes que completan el particular ritual de la poesía.

Papel, tipografía y blancos son a la poesía lo que la liturgia a las celebraciones; elementos que no sólo jalonan el ritual, sino que además tienen un hondo sentido y significado para alcanzar ese cénit que es la belleza.

Así lo vemos en la figura de Juan Ramón Jiménez. Dijo el poeta de Moguer: “Hacer libros. Una dicha equivalente a los amores de la adolescencia, en las tardes de campo, a la lírica estrellación de las noches de verano. Hacer libros… Si yo me quedara pobre del todo alguna vez, sería – con mi misma alma, claro está – rejente (sic) de imprenta con baño, o contador de papel blanco, o encuadernador. Así podría soñar hasta con las manos, todo el día, en un taller que tuviera grandes ventanas al cielo y mucho papel blanco y letras latinas… Sobre todo letras latinas. Esas erres, esas os, esas jes (sic) maravillosas… sobre el papel blanco, blanco…¡Trabajo dulce, cotidiano”.

Con el tiempo y el infatigable trabajo de tantos investigadores, estudiosos y sobre todo, de generaciones de lectores, JRJ ha traspasado la dimensión de poeta universal para convertirse, sobre todo, en un buscador de belleza. Y ésta la buscaba en su poesía, por su puesto, pero también en cómo ésta era editada o en la impresión de sus revistas.

En un minucioso estudio sobre Los cuadernos 1925 (Unidad), que elaboró Juan Antonio Expósito y editó bellamente Renacimiento, se da buena cuenta de este amor de JRJ hacia los tipos móviles, los gramajes del papel o los blancos.

Escribe Expósito en el epígrafe titulado Amor a la imprenta: “Su amor por la imprenta fue muy hondo y su poesía en cierto modo precisaba una tipografía adecuada que supiera expresarla y servirla”.

Las visitas de JRJ a la imprenta eran constantes. Al final de la jornada, cuando los operarios ya no estaban en los talleres, el poeta aparecía para corregir y revisar con libertad el trabajo realizado.  Esfuerzo y pasión dedicó Juan Ramón a la impresión hasta crear un estilo propio. Sencillez y elegancia. Prescindió de cualquier decoración superflua; huyó del lujo y la pompa. Sobriedad, orden y pulcritud.

Utilizó tipos de la familia elzevirianos, tanto en su variedad redonda como cursiva; jugó con los cuerpos y los distribuyó con elegancia creando una armonía exquisita entre los márgenes y la mancha de tinta, en consonancia con la tradición impresora del siglo XVIII. Escogió el bermellón claro para portada y contraportada y la tinta negra en las páginas interiores.  Tal fue la dedicación de Juan Ramón a las tareas de imprenta que llegó incluso a comprar en una fundición un tipo de letra de su gusto.

Así, la página tomó una distinción que dificilmente pudiera haber logrado si JRJ no hubiera dedicado sus esfuerzos a ello.  No sorprende pues que Pedro Salinas y Jorge Guillén acudieran a las mismas imprentas con las que trabajaba JRJ para editar sus libros a la manera de Juan Ramón.

Este interés denodado de JRJ hacia la impresión puede ser tomado como la manía de un poeta, sin embargo, y el estudio de Expósito es buena prueba de ello, más parece el camino – uno de tantos que recorrió – del poeta hacia la belleza total de un poema; hacia la belleza que tanto ansiaba.

 

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