El burro flautista, Un aire inglés y los libros de artículos

Cada vez más, el hito de la novedad es un hito inútil para cierto ámbito libresco. Hay un circuito, sí, que vive de la sustitución permanente de títulos en las estanterías de Novedades, y puede que sea el grueso del movimiento que se produce en el sector editorial. Pero no es el único, ni mucho menos. Tanto El burro flautista, de Enrique García-Máiquez (Comares, 2021) como Un aire inglés, de Ignacio Peyró (Fórcola, 2021) lo prueban.

Ambos libros son recopilaciones de artículos, en el caso de Máiquez, o de artículos, prólogos y capítulos de libros colectivos, en el caso de Peyró. Y cada uno a su manera, constituyen una reivindicación de la antología y más específicamente, de la antología de prensa, sobre todo porque devuelve al libro su importancia material, demostrando que sigue teniendo un valor más allá de la tenencia: el de dotar de cohesión física una obra que, por su propia naturaleza, está dispersa en días y diseminada en cabeceras.

Los libros de artículos, cuando lo son, no son un tún tún de textos dejados caer en unas tapas. Son algo más. En el caso de Máiquez, es la cohesión de un estilo que hilvana tantos y tantos temas como trata un columnista que, además, escribe diariamente. Le sucede a Enrique lo que a pocos: que basta con leer las primeras líneas del artículo para saber que es suyo. Y un estilo no es sólo una forma más o menos personal de ir juntando palabras, sino la manera de observar -en no pocos casos, contemplar- la realidad que protagoniza la columna. Se ha dicho ya (porque a Máiquez no le faltan buenos lectores entusiastas que se lanzan a escribir sobre el último título que alumbra): sencillez, prosa feliz y ligera (pero sin ligereza), gravedades presentadas con liberalidad y algo particularísimo: una entremezcla de ironía y ternura con la que se adentra en temas complejos para dos mil y pico caracteres, gravosos para el lector de prensa.

Se ha dicho ya, aunque puede que no sea exacto: Enrique es un costumbrista. Y una afirmación así, después de leer El burro flautista, es un sí, pero o un sí y no. El balsámico provincianismo que destila, su afecto por las tradiciones gaditanas y no solo, junto con su fijación por lo común como rasgo luminoso de lo extraordinario, no son suficientes para hacerlo costumbrista en el sentido que hoy se le concede a la palabra.

Lo justo sería decir que no es costumbrista sino costumbre. Esto es más que un rasgo de estilo; es una disposición de la voluntad y del talento para recoger acervos (Borges, la chirigota, el flamenco, los toros, Scruton, etcétera) y ponerlos a trabajar en el día a día de una columna de periódico; es alimentarse de acervo, para serlo.

Ser costumbre es la máxima aspiración, el hito con el que sueña cualquier columnista; alcanzar tal grado de intimidad con el lector, tal complicidad, que se haya incorporado al día a día el encuentro feliz del periódico y el café mañanero. Enrique lo ha logrado instilando sentido, humor y limpieza tanto en los temas como en las formas.

El otro libro, Un aire inglés, es bien distinto. Peyró, que hace tiempo que dejó el columnismo (salvo ciertos rompimientos gozosos en forma de tribuna) recopila artículos, prólogos, ensayos y contribuciones a libros colectivos, en torno a Reino Unido, la cultura británica y su relación con lo español.

Pero se da que no puede entenderse este último tomo sin otro, monumental, de hace unos años: Pompa y Circunstancia. Diccionario sentimental de la cultura inglesa, también en Fórcola. A diferencia del libro de Enrique (que es un ladrillo más en una obra en construcción a la que se irán sumando nuevos tomos, igual que el último se sostiene sobre los anteriores), el de Peyró es la culminación de una obra ya iniciada. El tema inglés que protagoniza el libro, protagoniza también la propia trayectoria del autor y en Un aire inglés adquiere su versión menos erudita -para los estándares de Peyró, fijaos en Pompa y Circunstancia- pero más aprehensible, más dispuesta al disfrute largo y seguido.

En cuanto al estilo, le sucede lo que a Enrique (son cabeza, ambos, de una generación extraordinaria): Peyró tiene lectores a mansalva, cualificados (más que yo, claro) y dispuestos a escribir sobre lo que publica. Una prosa fina, que se va superponiendo en una suma magnífica hasta alumbrar el texto; un cuidado casi obsesivo (o eso parece al lector) de las palabras, de su justeza y cabida en la frase.

A este respecto, es especialmente reseñable cómo Peyró emplea el lenguaje para, en un gesto de cortesía con el lector, pulirle asperezas a la erudición. Y aún más especialmente llamativo es el uso del humor y la ironía cuando aparecen. Sucede que los textos como los de Peyró, que se van moviendo entre la columna, la tribuna y el ensayo, el uso del humor puede ser una fórmula retórica más o menos tópica (al inicio del texto, para enganchar al lector, por ejemplo). Y en ese caso, queda como un zaguán, a veces oscuro y desabrido; sobre todo cuando se confunde lo humorístico con lo gracioso o la gracieta. Peyró lo emplea como recodo sobre el que arrellanar una erudición extraordinaria para que no sea desbordante y acabe decayendo en pedantería (error funesto de tantos columnistas y escritores de periódicos).  Este rasgo, más que perceptible en otras obras del autor, adquiere en este tomo recopilatorio una dimensión fabulosa, sobre todo, precisamente, en los textos que vieron la luz en la prensa.

Máiquez y Peyró han alumbrado dos libros extraordinarios que nos recuerdan que la prensa funciona, como las monarquías, bajo el principio de sucesión -un número le cede el trono al siguiente, cada día-, pero no necesariamente bajo el de caducidad y que entre las miles de páginas de periódico y revistas, se encuentran textos que merecen rescate. Los tomos de Máiquez y Peyró son la muestra evidente.

 

Un aire inglés

Ignacio Peyró

Editorial Fórcola, 2021

Web de Fórcola

El burro flautista

Enrique García-Máiquez

Editorial Comares, 2021

Web de Comares

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