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Pero este libro tiene más de coral de lo que podría pensarse. Porque el autor no ha transitado solo el recorrido que plasman estos poemas. Lo ha caminado en compañía, y así lo deja claro: desde el elogioso prólogo que firma Jorge Freire, hasta una «nota final» en que se menciona a José María Marco, Julio Martínez Mesanza, Rafael Rubio, Juan Claudio de Ramón, Luis Alberto de Cuenca o María Tapias. Freire ahonda: «No exagero en el prólogo: Álvaro Petit es el mejor poeta de su generación, y el libro tiene hechuras de clásico».
Gregorio Luri asegura: «No poder cerrar este libro, porque en sus letras vibra aquella voz que advertía que era la última advertencia. La cena está en la mesa y tu padre espera. Había que abandonar el juego y los perfumes de la noche. Esa voz está aquí, dentro del libro, y por eso afuera ya no hay juego. Hay más oscuridad que noche. Todo es más serio y más frágil. Si está viva su voz, están ellos. Poniendo las yemas de los dedos en la pared, se siente su vibrar al otro lado. Y es deber filial tener las manos limpias cuando, al sentarte a la mesa, te acompaña su ausencia de manera tan contundente».