Entrevista Javier Gomá: «El gran reto ahora no es cómo ser libres, sino cómo serlo juntos»

Los primeros pasos de la primavera se han dejado sentir en Madrid. El sol, imponente, se alza en el cielo y refleja su luz sobre la fachada de la Fundación Juan March, en donde hemos quedado con su director, Javier Gomá Lanzón, que ha hecho un hueco, más amplio de lo que el que firma se esperaba, para poder charlar con él sobre su obra filosófica y literaria, que ha titulado Teorema de la experiencia y la esperanza. Ese teorema, surgido casi como Atenea de la mente de Gomá, es una de las teorías filosóficas actuales que más ha calado en la sociedad, tanto en los círculos intelectuales como en las Universidades y en los ambientes más cotidianos.

Javier Gomá (Bilbao, 1965) se ha alzado como uno de los intelectuales con mayor influencia de nuestro tiempo. Doctor en Filosofía y licenciado en Filología Clásica, es además licendiado en Derecho y Letrado del Consejo de Estado, oposición que logró con el número 1 de su promoción y desde el 2005 es director de la Fundación Juan March.

En necesario pero imposible, hablas de Sócrates y Jesús de Nazaret. Al primero la das la ejemplaridad mientras que al segundo le otorgas la superejemplaridad…

En filosofía se vuelve una y otra vez sobre la figura de Sócrates, que se le considera el fundador de la filosofía y le une al Galileo, como a mí me gusta llamarlo, no sólo esa tarea fundacional -Jesús como fundador del cristianismo- sino que ambos fueron ágrafos, es decir, no escribieron. Y además, los dos destacaron por la ejemplaridad de sus vidas. No sólo fueron pensadores abstractos o teóricos sin vida, o incluso con una vida abyecta. Son el fundador, uno del pensamiento occidental y el otro de la religión más extendida del mundo.

Ahora bien, la ejemplaridad de uno y otro no son exactamente coincidentes. En mi libro distingo dos clases: la ejemplaridad de la felicidad y la de la dignidad. Sócrates sí aspira a que sus discípulos tengan una vida feliz, satisfactoria pero al mismo tiempo, propone habla de la dignidad, sobre la que dice en determinados momentos hay que sacrificar la felicidad propia por llevar una vida digna. Por eso prefiere tomarse la cicuta a huir de la cárcel.

En el caso del Galileo, parece que da un paso más allá. No se le ve obsesionado por la felicidad, tampoco trae un mensaje para tener una  existencia armónica en este mundo, aunque no lo contradice. Su mensaje no es un mensaje de sabio helenístico en el que se te proporciona una sabiduría para vivir de manera armoniosa. Pero tampoco insiste mucho en la ejemplaridad de la dignidad, como pudo hacerlo Sócrates o Antígona. Sino que la impresión que produce es una radicalidad extrema de su propia ejemplaridad, un radicalismo que incluso la meditación sobre su vida puede hacernos entender que la excluye, que la salvaguarda de su propio yo no fuese algo importante par a Él. Su radicalidad puede con todo. En el Galileo hay un extremo de la ejemplaridad que es diferente, y que en el libro llamo súperejemplaridad.

Me recuerda a la frase de Aristóteles que dice algo así como que el justo es aquel que es capaz de dar la vida por sus amigos.

Yo hablo del Jesús histórico, no del Jesucristo de la fe, que no excluyo para nada.  La teología posterior ha interpretado, y yo no lo contradigo, que Jesús dio la vida por la salvación de los hombres pero lo que sucede en el Evangelio no es eso. Del relato evangélico tan sólo podemos saber que Jesús no dio la vida por nadie; fue apresado y crucificado sin más.

Nos hemos acostumbrado a pensar desde la perspectiva a la teología

Y está muy bien porque esa teología nace de las personas que estuvieron con Jesús, que le conocieron. Ahora, el relato del Evangelio que ellos mismo confeccionaron no dice nada más que Jesús fue apresado y fue crucificado. Jesús fue a Jerusalén para anunciar su Evangelio en la que iba a ser la capital del Reino de Dios y fracasó, fue crucificado. Luego dijeron que dio la vida por los demás, y es posible que fuera así, pero el relato evangélico no dice nada de eso. Por eso cuando yo te hablo de su ejemplaridad no me refiero a su muerte, sino a la actitud que Él mantenía. Una actitud en la que hay una especie de inconsciencia sobre su propio yo, ya que Él vive entregado a un ministerio y ni siquiera se pregunta quién es él. De hecho nunca dice quién es. Tiene una especie de desprecio hacia su propio yo que, en mi opinión, es una actitud que sólo pueden mantener aquellas personas que tienen una confianza tan ciega en Dios y en su amparo que incluso pueden minusvalorar la importancia de su propio yo, algo que es antinatural. Por eso una persona como Sócrates puede despreciar la vida por la dignidad, pero quien tiene una confianza ciega en su Padre puede llegar incluso mucho más lejos: considerar que todas las cosas que suceden en esta vida, incluso sus contradicciones, son un pequeño precio por confiar en Dios y eso permite una radicalidad enorme, como la de amar a tus enemigoso perdonar hasta setenta veces siete. Son cosas que contradicen el principio de autodefensa y siendo humano, va más allá de lo razonablemente humano.

En los Evangelios también se dice que Jesús resucitó y no es contrastable… ¿cómo abordas eso?

Es un tema central en mi libro. Mi obra filosófica se titula Teorema de la experiencia y la esperanza, en libros anteriores a Necesario pero imposible, me he centrado en la experiencia como algo que siendo experimental es universal, que yo resumo en el universal vivir-envejecer, algo íntimo y universal.  La esperanza ha pasado como si fuese una realidad contrastable y para mí, nos movemos en el terreno de lo hipotético. He estudiado en este libro la resurrección de Jesús como algo que puede llegar a ser verdad, aunque no pueda ser experimentable, por lo tanto nos movemos en el terreno de la esperanza. Por eso me ha interesado centrarme en este libro con un tono nuevo, en el terreno de lo hipotético, que es el terreno de la continuidad de lo humano más allá de la muerte y para fundar esta hipótesis me he tomado muy en serio la resurrección de Jesús.

Es sorprendente que te embarques en el tema de una vida más allá de la muerte sin partir de presupuestos de fe…

Lo sorprendente es que nos sorprendamos. Porque que la filosofía abandone como tema la continuidad del individuo es muy raro, y más en una época en la que ha hecho del individuo el fundamento de todo. La filosofía siempre se ha planteado el tema de la inmortalidad del alma, hasta Kant y la filosofía moderna ha sustituido el cosmos por el individuo, identificándole como el fundador del ser, la nueva totalidad y se puede preguntar de todo, menos si hay o no una vida más allá de la muerte. ¡Caramba, es un tema importante!. Y yo lo que he querido es, por una parte, recuperar para la filosofía el tema de la continuidad de lo humano y tratarlo filosóficamente, y al mismo tiempo no privarme a mí mismo ni a mi pensamiento del importante precedente que tenemos, que es el del Galileo, que ha sido estudiado por la teología y normalmente, abandonado por la filosofía, lo cual es otra anomalía. Fíjate, Sócrates es muy incitante para la filosofía pero el hecho de que haya una persona que no sea sólo ejemplar, sino súperejemplar, y además sus seguidores defienden que no sólo tiene ejemplaridad, sino también esperanza por creer en una vida más allá de la muerte, filosóficamente es incitante, aunque tú luego no le des crédito personal.

 

Lee la entrevista completa en Ritmos21.com: Primera Parte/Segunda Parte

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