Estos días escucho a Mahler en Nueva York y releo el hermoso libro de Álvaro Petit titulado Lograr el amor es alcanzar a los muertos (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2023). Es un poemario dedicado a su padre, Antonio Petit, y escrito en carne viva. Antonio fue un buen amigo, maestro de periodistas y, más importante aún, un hombre bueno y sabio. Leo los versos de Álvaro y pienso en él, y pienso en mi hermano y en una mirada que se aproxima, nos interroga y nos perdona, a pesar de nuestra debilidad de hijos. Me acuerdo así de aquellas palabras de Yourcenar que tanto me consolaron: «Aceptar que hayan muerto antes de tiempo porque no existe el tiempo. Aceptar nuestro olvido, puesto que el olvido forma parte del orden de las cosas. Aceptar nuestro recuerdo, puesto que, en secreto, la memoria se esconde en el fondo del olvido. Aceptar incluso –aunque prometiéndonos que lo haremos mejor la próxima vez y en el próximo encuentro– el haber amado torpe y mediocremente».