Confrontación y refundación
El España Suma no ha salido adelante, ni siquiera en su versión beta con listas conjuntas al Senado. Se ha impuesto la fórmula Rivera y, aunque aún estén por verse los réditos que ofrece, ya puede achacársele una falta: la división que propugna posterga otra vez, lo que a todas luces es ya una necesidad de primer orden: la refundación del centroderecha.
La democracia precisa de la confrontación; esa es una de sus debilidades. Necesita de la tensión que nace del enfrentamiento de ideas distintas.
Es una urgencia por algo tan sencillo como que un país democrático necesita de una oposición capaz de serlo. Que el Parlamento sea la arena de la confrontación entre adversarios -no enemigos- y no una constante disputa dentro del mismo espacio por ver quién lo lidera. La democracia precisa de la confrontación; esa es una de sus debilidades. Necesita de la tensión que nace del enfrentamiento de ideas distintas. Pero necesita también de la sutileza, de la finura para que esa confrontación no sea parricida. Y eso, con una oposición no ya dividida en varios partidos, sino en guerra interna, es sencillamente imposible.
Un espectáculo macabro
que proponía el PP podía haber sido práctica, útil para salir del paso del 10-N, pero esas operaciones tienen su momento. Y este no es uno de ellos. La prueba nos la ofrece la Comunidad de Madrid, en la que, apenas unas semanas después de haber firmado un acuerdo, Ciudadanos ya está ansioso por someter al PP al aquelarre inútil de una comisión parlamentaria. No es el momento, porque de la depredación no se sale reuniendo a los depredadores, esperando a ver quién sale vivo. Como espectáculo macabro está bien, pero nada más. Podría, sin embargo, haber sembrado posibilidades futuras, haber abierto camino.
Pero el momento llegará. Tarde o temprano, bajo la siglas actuales de los partidos o bajo siglas nuevas, con este o aquel liderazgo, da lo mismo: llegará el momento en el que los partidos de centro-derecha deberán doblar la esquina de su Callejón del Gato y asumir, sobre todo los más reticentes, que la refundación de la derecha es algo necesario y que no se solventa con una estratagema electoral en la que se cuentan votos y se hacen cálculos según D’Hont, con vistas a pactar gobiernos y tratar de unir desde el poder.